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jueves, 17 de mayo de 2012

Como el perfecto y, tal vez, complicado mecanismo de reloj.

Eran como el perfecto y, a la vez complicado, mecanismo de un reloj. Uno no se movía sin que el otro lo hiciera. Si uno saltaba el otro lo recogía en su caída, si uno lloraba, el otro sonreía por él. Dos personas unidas por un mismo corazón latiendo en dos cuerpos simultáneamente se oía decir. Un día ese mecanismo dejó de funcionar, algo se rompió y las piezas dejaron de encajar. Cuando uno saltó nadie lo recogió dejándolo estrellarse sin compasión. Arreglarlo era fácil decían, un par de palabras y dos caricias y media y listo, pero el orgullo era un duro oponente y tras muchos intentos, el reloj se oxidó, aunque seguía marcando las 18:28 de aquella fatídica tarde de febrero.

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