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domingo, 18 de marzo de 2012

Sonríe al verme sonreír. El oportuno error de marcharme, cuando él todavía no se habia ido. Me gustaría escribirle, en una de las servilletas de aquel acogedor Starbucks, los mil y un tequieros que olvidé repetirle aquella tarde. Ojalá pudiese, volver, regresar a aquel instante, arreglarlo todo, liberar mi alma de culpa. Muchas veces no se dice lo que se piensa. Espero que lo entienda, que sepa perdonarme algún día.

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